


Serie Politica
Las pinturas de Swinnen, como intensas obras de expresión personal, nos permiten reflejar nuestra propia historia o nos desafían a construir un relato interminable, siempre sorprendente, siempre con final abierto. A partir de aquí, dejarse llevar por la inmanejable voluntad de componer un supuesto relato planteado por la obra es sólo un placer que cuesta rechazar.
Considerar el conjunto de la obra como una narración impone vérselas con un Swinnen hermético y con otro absolutamente directo. Los símbolos claros, pregnantes, autoritarios, dan paso a relatos de sus autores preferidos, Borges y Cortazar -o a trozos de una guía telefónica-, para acabar en sombras, tajos y sugerencias de exquisita crudeza. Seguramente por esto podemos hablar de una narración, no de un argumento, una narración expresiva, viceral, impregnada de pampa y de europa,
Si los trazos sobre el lienzo son los trazos urbanos escritos sobre la tierra, del mismo modo en que el inmigrante europeo colonizó la pampa, entonces la pátina siena o blanquecina, a veces por delante de los signos, es la revancha de la geografía, en viento, tierra y pampa, cubriendo cuantas veces puede, la obra posada. Esta permanente lucha subliminal entre los habitantes de la argentina, entre la vastedad del paisaje y la concentración de cultura, se materializa con una reducida cantidad de elementos, de fuerza expresiva –y, por qué no, emotiva- avasallante, se siente materia, no pintura, se ven apuntes, no prolijos guiones, se intuyen figuras, no cuerpos definitivos.
La obra sugiere muchas lecturas más, quizá sea ésta la menos aproximada. Aquí, y en su estupendo uso del oficio tradicional, en la composición del plano, los balances cromáticos, el buen dibujo, la exquisita tipografía, es donde radica el valor de sus pinturas, no siempre tan herméticas.
R.S.
Las pinturas de Swinnen, como intensas obras de expresión personal, nos permiten reflejar nuestra propia historia o nos desafían a construir un relato interminable, siempre sorprendente, siempre con final abierto. A partir de aquí, dejarse llevar por la inmanejable voluntad de componer un supuesto relato planteado por la obra es sólo un placer que cuesta rechazar.
Considerar el conjunto de la obra como una narración impone vérselas con un Swinnen hermético y con otro absolutamente directo. Los símbolos claros, pregnantes, autoritarios, dan paso a relatos de sus autores preferidos, Borges y Cortazar -o a trozos de una guía telefónica-, para acabar en sombras, tajos y sugerencias de exquisita crudeza. Seguramente por esto podemos hablar de una narración, no de un argumento, una narración expresiva, viceral, impregnada de pampa y de europa,
Si los trazos sobre el lienzo son los trazos urbanos escritos sobre la tierra, del mismo modo en que el inmigrante europeo colonizó la pampa, entonces la pátina siena o blanquecina, a veces por delante de los signos, es la revancha de la geografía, en viento, tierra y pampa, cubriendo cuantas veces puede, la obra posada. Esta permanente lucha subliminal entre los habitantes de la argentina, entre la vastedad del paisaje y la concentración de cultura, se materializa con una reducida cantidad de elementos, de fuerza expresiva –y, por qué no, emotiva- avasallante, se siente materia, no pintura, se ven apuntes, no prolijos guiones, se intuyen figuras, no cuerpos definitivos.
La obra sugiere muchas lecturas más, quizá sea ésta la menos aproximada. Aquí, y en su estupendo uso del oficio tradicional, en la composición del plano, los balances cromáticos, el buen dibujo, la exquisita tipografía, es donde radica el valor de sus pinturas, no siempre tan herméticas.
R.S.
Las pinturas de Swinnen, como intensas obras de expresión personal, nos permiten reflejar nuestra propia historia o nos desafían a construir un relato interminable, siempre sorprendente, siempre con final abierto. A partir de aquí, dejarse llevar por la inmanejable voluntad de componer un supuesto relato planteado por la obra es sólo un placer que cuesta rechazar.
Considerar el conjunto de la obra como una narración impone vérselas con un Swinnen hermético y con otro absolutamente directo. Los símbolos claros, pregnantes, autoritarios, dan paso a relatos de sus autores preferidos, Borges y Cortazar -o a trozos de una guía telefónica-, para acabar en sombras, tajos y sugerencias de exquisita crudeza. Seguramente por esto podemos hablar de una narración, no de un argumento, una narración expresiva, viceral, impregnada de pampa y de europa,
Si los trazos sobre el lienzo son los trazos urbanos escritos sobre la tierra, del mismo modo en que el inmigrante europeo colonizó la pampa, entonces la pátina siena o blanquecina, a veces por delante de los signos, es la revancha de la geografía, en viento, tierra y pampa, cubriendo cuantas veces puede, la obra posada. Esta permanente lucha subliminal entre los habitantes de la argentina, entre la vastedad del paisaje y la concentración de cultura, se materializa con una reducida cantidad de elementos, de fuerza expresiva –y, por qué no, emotiva- avasallante, se siente materia, no pintura, se ven apuntes, no prolijos guiones, se intuyen figuras, no cuerpos definitivos.
La obra sugiere muchas lecturas más, quizá sea ésta la menos aproximada. Aquí, y en su estupendo uso del oficio tradicional, en la composición del plano, los balances cromáticos, el buen dibujo, la exquisita tipografía, es donde radica el valor de sus pinturas, no siempre tan herméticas.
R.S.




